Desde niña, quería ser mamá. Tenía un ferviente deseo de proteger a mis muñecas, cuidarlas del frio, abrigarlas. Soñaba despierta, que mis bebés muñecos se convertían en bebés reales de carne y hueso. A los siete años fantaseaba con la idea de que en algún lugar iba a encontrar un bebé abandonado en la plaza, o en el umbral de alguna puerta. ¿Quien iba a imaginar, que un día iba a tener que penar tanto por la llegada de un hijo a mi vida.
miércoles, 2 de marzo de 2011
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